sábado, 15 de noviembre de 2025

Tan dentro del dolor y de la fiesta

 El título de esta entrada esta inspirado en un título del blog de Martín Estévez (el escribió "Tan cerca del dolor y de la fiesta"). Pero mi entrada no tiene nada que ver con la suya.

Fui a un velorio, de un viejo amigo de la familia, el padre de un familiar político. Nada especial, salvo que se trata del abuelo de mis sobrinos mayores. Sé que tengo que estar ahí. Y ahí estoy, caminando por la sala de espera, tratando de caminar sin pisar las líneas que forman el diseño cuadriculado del suelo. Por un momento me preocupa y avergüenza que me descubran haciéndolo. Me doy cuenta de que me da igual y sigo haciéndolo. 

Hay una pecera más allá. Esta limpia y tiene peces coloridos. Los observo junto a mi sobrina mayor, tratando de sacarle una sonrisa. Lo consigo, gracias a un pez amarillo que decide ponerse bajo el tubo de burbujas que existe en cada pecera.

También esta él, mi sobrino varón mayor. El es callado y tranquilo, así que intento sacarle conversación sobre series y películas. De algún modo, tengo éxito y hablamos de eso un tiempo.

Pero es un velorio, y estoy conectada. veo el dolor y la sonrisa amarga de mis concuñados, a quienes les ofrezco medios abrazos.

Por último lo veo a el, a don Juan en su ataúd. Es el primer muerto al que observo tan detenidamente. Esta igual como si estuviera vivo, los ojos cerrados en un profundo sueño. Espero que eso consuele a sus hijos, yernos y nietos.

Abrazo a mi sobrina mayor. No mi preferida (no tengo uno, entre más sobrinos tienes, más titánica es la tarea de elegir uno) pero sí la más cercana. Se que esta triste, trato de distraerla, de ser un lugar seguro. Si lo logré, solo lo sabrá ella misma.

La jornada terminó en simples despedidas y muy afectuosos abrazos. 

Otro día comienza. Y es el cumpleaños de mis sobrinos menores. La temática, curiosa; Godzilla y Kpop, Me gustan ambas cosas así que supongo que me la pasaré bien. Los pequeños príncipe y princesa del día me reciben con besos y abrazos. Me gusta la decoración, y hay papas fritas sin gluten para mi y mi hermana, ambas celiacas. Pensaron en mí y eso alegra mi corazón. 

Los veo jugar en la pileta (el propone jugar a los Godzilla, ella prefiere distraerse con su amiga) y un pájaro invisible y calmo hace nido en mi pecho. Sus sonrisas son tesoros esquivos que, lo prometí a mi misma, a partir de ese momento, haría lo posible por conseguir.

Y esta el bebé por supuesto, simpático, de risa fácil, y se que será de esas personas fáciles de querer. Que le irá bien.

Pero esto no es una historia sobre mi amor salvaje hacia mis sobrinos. Es sobre mi propio crecimiento sobre como aprendí a ser golpeada por el dolor, a atesorar lo bueno, a vivir más intensamente. A vivir en el presente, por las personas que me importan. Quiero pasar más tiempo con gente que me ama y conocer a las que aun no lo hacen, y tal vez nunca lo harán. Quiero saberlo todo sobre mis familiares, amigos y compañeras, quiero seguir experimentando cosas, quiero llenar mi diario intimo de miles de recuerdos, fotos, entradas, dibujos.

Antes yo me sentía desconectada, iba a los velorios como autómata, faltaba a los cumpleaños (los más importantes). Como en esa canción de Trapito "La vida pasaba, trapito, a tu lado, y no la sentías"


No estaba dentro del dolor, ni de la fiesta. Ahora puedo decirlo. Estoy presente.





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